En odontología, al igual que en las demás disciplinas médicas, el riesgo de infección cruzada siempre se tiene muy presente. Por ello, hay que adoptar todas las estrategias de desinfección y esterilización necesarias para minimizar la posibilidad de contagio tanto para el personal de la consulta como para los propios pacientes.
Por una consulta dental pasan cada día muchas personas, cada una de ella con una historia clínica diferente que habrá que tener muy en cuenta para diseñar un plan de tratamiento preciso y adecuado a cada situación. La recopilación de la historia clínica es, por tanto, esencial para evitar contagios, pero por diferentes motivos se recomienda sin duda tratar a cada paciente con todas las cautelas que se seguirían en un individuo con una infección aguda y confirmada.
El papel clave del entrenamiento
En la práctica clínica cotidiana de cada odontólogo, además de la capacidad técnica y operativa, tiene un papel central el profundo conocimiento de las más elementales normas higiénicas y de los procesos de esterilización/desinfección, sobre todo en los centros donde se lleven a cabo principalmente intervenciones quirúrgicas. En cualquier tipo de instalaciones, es fundamental que el personal de la consulta esté debidamente formado y sepa aplicar las prácticas higiénicas de manera impecable contribuyendo así a mantener un entorno laboral seguro para los pacientes y para el personal sanitario.
Como ejemplo de los riesgos en tales entornos basta citar que, en el año 2000, el Instituto Superior de Sanidad italiano destacó la actividad odontológica entre las de mayor riesgo por lo que respecta a la posibilidad de transmitir o contraer hepatitis.
Por eso, cuando un profesional clínico se plantea adquirir un producto o un equipo, debe pensar más allá de los esquemas sugeridos por los distribuidores y, sobre todo, tener una opinión propia en materia de desinfección y esterilización a fin de no delegar la elección en un personal no suficientemente cualificado para encargarse de una tarea tan crucial de cara a la seguridad de quienes pasan por la consulta. Un empleo correcto y apropiado de los medios a disposición garantiza una mejor protección de la salud de los pacientes y del personal sanitario, limitando al mismo tiempo los efectos tóxicos y no deseados y también, con frecuencia, los gastos de gestión.
El proceso de esterilización
Pasos preparatorios
Todos los dispositivos médicos que penetran en los tejidos o en el sistema vascular o que entran en contacto con sangre, secreciones, piel y mucosas, deben someterse a un proceso de descontaminación y esterilización para el que deberá reservarse un espacio limpio y bien organizado dentro de las instalaciones.
El proceso que debe seguirse antes de conseguir una esterilización efectiva consta de varias fases:
- Descontaminación
- Lavado
- Enjuagado
- Secado
- Control
- Mantenimiento
- envasado
En la descontaminación deben utilizarse líquidos que cumplan con las normas técnicas de referencia y que tengan efecto viricida, bactericida y fungicida. Esta primera fase permite limitar notablemente la probabilidad de transmisión de VIH, HBV, HCV y otras patologías.
Antes del lavado, es necesario desmontar los instrumentos que constan de varias piezas a fin que no queden puntos donde no se complete correctamente el proceso de esterilización.
El lavado puede realizarse manualmente (un método con más riesgo para el personal de la consulta, que quedará expuesto a posibles daños y contagios) o bien con lavadoras de instrumentos o termodesinfectadoras, que alcanzan temperaturas cercanas a los 100 °C y permiten utilizar también soluciones detergentes y desinfectantes especiales.
Tras el lavado, será necesario proceder a un primer enjuague del material con agua corriente y un segundo con agua desmineralizada para eliminar cualquier residuo de detergente. Tras el enjuague, se procederá a un meticuloso secado del material con pistolas de aire comprimido o paños de papel o tela que no dejen fibras. El último paso antes de pasar al autoclave será un minucioso control de los instrumentos (incluyendo todas sus piezas y componentes) y su mantenimiento aplicando productos específicos para ello.
Envasado y esterilización
Una vez completados estos procesos, será momento de pasar al envasado y a la esterilización propiamente dicha; en esta fase, es importante la trazabilidad del proceso, por lo que cada envoltorio irá identificado con un código único y la fecha del proceso de esterilización.
Si transcurren 30 días desde que se esterilizó un instrumento, deberá considerarse que el proceso de esterilización realizado ya no es fiable, por lo que habrá que repetirlo para poder utilizar dicho instrumento. En odontología, para estas fases se utilizan autoclaves de calor húmedo, un método elegido de manera muy habitual por ser más económico y sencillo. Estos instrumentos tienen ciclos relativamente breves para esterilizar materiales (unos 20 minutos).
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